LAS AVENTURAS ÍNTIMAS DE
BELLE DE JOUR
Diario de una prostituta...
No lo digo por frivolidad. No uso la palabra como analogía del trabajo en oficina o de un curro en la prensa digital. Muchos de mis amigos os dirán que apuntarse a una empresa de trabajo temporal o acabar de vendedor es equivalente a prostituirse. No lo es. Lo sé porque yo misma he trabajado a través de ETT y he follado por dinero, y ambas cosas no se parecen en nada, son planetas distintos...
Lo segundo que vivo en Londres. Puede que los dos hechos estén relacionados o puede que no. Y no es una ciudad barata. Me mudé aquí después de la universidad con la esperanza de encontrar un trabajo, si no bien pagado, al menos interesante o poblados exclusivamente por hombres guapos y disponibles. Pero empleos así no abundan. Actualmente casi todos mis amigos estudian para ser contables... ¡Dios mío! Un destino peor que la muerte. La contabilidad es todavía monos sexy que el mundillo universitario.
La prostitución es trabajo regular y poco exigente. Me permite conocer a un montón de personas. casi todos hombres que no volveré a ver en mi vida, y tengo que tirármelos aunque estén llenos de verrugas peludas o solo le queden tres dientes y quieran que interprete sus fantasías con la profe de historia... Pero lo prefiero antes que estar mirando el reloj para ver cuánto falta para ir a tomar el té en una deprimente sala de personal....
Debo señalar que el salto a la prostitución pura y dura no se produjo de la noche a la mañana.
Me mudé a Londres como otros miles de estudiantes recién titulados y algo de dinero ahorrado. Pero mis reservas pronto se acabaron, socavadas por el pago del alquiler y un millar de gastos triviales. mi rutina diaria consistía en repasar las páginas de ofertas de empleo, escribir cartas de presentación, sabiendo que jamás me entrevistarían para el puesto solicitado, y masturbarme furiosamente todas las noches antes de irme a la cama.
La masturbación era, con diferencia, el momento culminante del día.
Imaginaba que trabajaba de ingeniera de pruebas en una fábrica de material de oficina y que una mis tareas consistía en cubrirme el interior de mis muslos con pinzas, mientras alguien me follaba vigorosamente.
O que era la asistente personal de una poderosa Dómina y estaba encadenada a su escritorio, mientras otra de sus esclavas me comía el coño, empalada a su vez con un consolador.
O que flotaba en un tanque de privación sensorial, entre manos que me pellizcaban y me tiraban de la piel, primero con suavidad y luego dolorosamente....
Londres no era la primera ciudad donde había vivido, pero sí la más grande.
Con el tiempo, vi esfumarse mis ahorros , mientras la compra del bono del metro se iba convirtiendo en el episodio álgido de la semana. Y si bien mi vicio de comprar lencería me deja inhabilitada, ni siquiera recortando el consumo de esos vaporosos artículos habría resuelto el problema.
Poco después de mudarme, recibí un mensaje de alguien a quien había conocido a través de un amigo, esta es su ciudad, y se diría que conoce a todo el mundo. A si que cuando vi que hacia todo lo posible por presentarme a esta señora, preste atención... ¡- Me han dicho que estás aquí. Me encantaría verte cuando tengas tiempo - , decía el mensaje de ella. Era una mujer de cierta edad, sólidamente sexy, con acento aristocrático e impecable buen gusto. Cuando la conocí, pensé que estaba totalmente fuera de mi alcance. Pero en cuanto nos volvió la espalda, mi amigo me comunicó entre susurros y furiosa gestualidad que iba como una moto y que, además, le gustan las tías. Al instante se me encharcaron las bragas, por así decirlo.
Guardé el mensaje durante semanas, mientras mi imaginación se volvía más inquieta y calenturienta. Al poco tiempo, ella se había metamorfoseado en la perra infernal con traje de latéx de mis ensoñaciones nocturnas. Las zorras y los zánganos de oficina hambrientos de sexo de mis fantasías estaban adquiriendo un rostro, y era siempre el suyo. Respondí al mensaje. Me llamó casi de inmediato, para decirme que ella y su nueva pareja estarían encantados de cenar conmigo la semana siguiente.
Durante la semana estuve sumida en un pánico sin saber qué ponerme y me gasté una fortuna en un corte de pelo y ropa interior nueva. La noche de la cita puse patas arriba el armario,cambiándome una docena de veces. Al final me decidí por un ceñido suéter aguamarina y unos pantalones marengo, un conjunto quizá un poco oficinesco, pero modestamente sexy. Llegué con media hora de adelanto, allí me dijeron que solo podría sentarme cuando hubieran llegado el resto de comensales. Me quedé esperando en la barra del bar, gastándome el dinero que me quedaba en una copa, con la esperanza de que ellos pagaran la cena.
Llegó la pareja. Nos asignaron una mesa en un rincón, lejos de la atención del personal, y a mí me hicieron sentar entre los dos. Él miraba por el escote de mi suéter, mientras ella hablaba de deportes y galerías de arte. Cuando una mano de él comenzó a reptar por mi rodilla derecha, el pie de ella, enfundado en media, empezó a deslizarse por el interior de unas de las perneras de mi pantalón.
Ah. Entonces era eso lo que buscaban, pensé, pero, ¿no lo sabían ya desde el principio? eran mayores, libertinos, fabulosos. No había ninguna buena razón para no tirármelos o no dejar que se me tiraran. Pedí lo mismo que ellos: platos opulentos y cremosos. Durante la cena, ella se chupó unos de los dedos, tuve la sensación de que no era un lapsus, sino un gesto deliberado. Mi mano resbaló sobre sus pantalones ajustados hasta la entrepierna y ella apretó con fuerza los muslos en torno a mis nudillos. En ese preciso instante, la camarera decidió que nuestra mesa necesitaba más atención. Nos trajo una bandeja de bombones y pastas diminutas, que el hombre le dio a su compañera con una mano, mientras agarraba mi mano con la otra, al tiempo que mis dedos de la otra mano trepaban por los muslos de ella. La mujer se corrió fácilmente, casi, en silencio. Yo le rocé el cuello con los labios.
-Excelente- murmuró él.....
Después de la cena, salimos del restaurante. Él me pidió que me desnudara de cintura para arriba y que me sentara delante, con ella, al volante.Desde el asiento trasero, él me agarraba los pechos y pellizcaba los pezones, mientras recorríamos la breve distancia hasta la casa de ella. Fui del coche a la puerta con los pechos descubiertos y, una vez dentro, me ordenaron que me arrodillara. Ella desapareció camino del dormitorio, mientras él me impartía unas cuantas lecciones básicas de obediencia: mantener posiciones incómodas con su polla en mi boca.
Después ella volvió con velas y látigos. Aunque ya había sentido en carne propia tanto la cera caliente como la punta de una fusta, fue una experiencia nueva que me lo hicieran con las piernas levantadas por el aire, mientras me plantaban encima velas encendidas y dejaban chorrear la cera caliente sobre mi torso. Al cabo de dos horas, él la penetró y, utilizando la polla como la dominatrix de mi fantasía, empujó mi cara hacia su coño para que lamiese tanto su coño como el tronco y los escrotos de él, y recibir ambas corridas....
Él me acompañó a buscar un taxi. Caminábamos con los brazos entrelazados. Como un padre con su hija, habría pensado cualquier transeùnte.
-Vaya pedazo de mujer que tienes ahí -le dije.
-Lo que sea por tenerla contenta -replicó.
Hice un un gesto de asentimiento. Paró un taxi con la mano y le indicó la dirección al taxista. Mientras yo me acomodaba en el asiento trasero, me dio un rollo de billetes y me dijo que volviera cuando quisiera. Ya había recorrido la mitad del camino de regreso cuando desenrollé los billetes y vi que sumaban más del triple de lo que costaba la carrera.
Mi mente se puso a calcular : el alquiler vencido, el número de días que hay en un mes, el beneficio neto de la salida nocturna. Pensé que debería sentir un aprisco de arrepentimiento o de sorpresa por haber sido utilizada y pagada. Pero no fue así. Ellos lo habían pasado en grande y, para una pareja de su posición, el gasto de una cena y un taxi no era nada. Y para mí, a decir verdad, no había sido precisamente una labor extenuante.
Le indiqué al taxista que parara unas pocas calles antes de mi casa. El repiqueteo de mis tacones resonaba en el pavimento. El otoño acababa de entrar, todavía hacia calor por la noche, y las marcas de cera debajo de mi ropa resplandecían con empática calidez.
La idea de vender sexo supuraba y crecía en mi interior como una llaga...
Pero durante cierto tiempo sepulté mi curiosidad acerca de la prostitución. Pedí dinero prestado a mis amigos e incluso empecé una relación en serio con un hombre. Hasta que recibí el primer aviso al descubierto del banco, sugiriendo que me pasara por allí para hablar de un préstamo. Entonces de nuevo ese pensamiento sobre la prostitución volvió en mi interior con cada solicitud de empleo rechazada y cada entrevista fallida. No podía parar de pensar en lo que sentí volviendo a casa en medio de la noche, en el asiento trasero de un taxi. Podría hacerlo. Tenía que probar.
Y poco después de decidir que lo haría, empecé a llevar un diario.....
Imaginaba que trabajaba de ingeniera de pruebas en una fábrica de material de oficina y que una mis tareas consistía en cubrirme el interior de mis muslos con pinzas, mientras alguien me follaba vigorosamente.
O que era la asistente personal de una poderosa Dómina y estaba encadenada a su escritorio, mientras otra de sus esclavas me comía el coño, empalada a su vez con un consolador.
O que flotaba en un tanque de privación sensorial, entre manos que me pellizcaban y me tiraban de la piel, primero con suavidad y luego dolorosamente....
Londres no era la primera ciudad donde había vivido, pero sí la más grande.
Con el tiempo, vi esfumarse mis ahorros , mientras la compra del bono del metro se iba convirtiendo en el episodio álgido de la semana. Y si bien mi vicio de comprar lencería me deja inhabilitada, ni siquiera recortando el consumo de esos vaporosos artículos habría resuelto el problema.
Poco después de mudarme, recibí un mensaje de alguien a quien había conocido a través de un amigo, esta es su ciudad, y se diría que conoce a todo el mundo. A si que cuando vi que hacia todo lo posible por presentarme a esta señora, preste atención... ¡- Me han dicho que estás aquí. Me encantaría verte cuando tengas tiempo - , decía el mensaje de ella. Era una mujer de cierta edad, sólidamente sexy, con acento aristocrático e impecable buen gusto. Cuando la conocí, pensé que estaba totalmente fuera de mi alcance. Pero en cuanto nos volvió la espalda, mi amigo me comunicó entre susurros y furiosa gestualidad que iba como una moto y que, además, le gustan las tías. Al instante se me encharcaron las bragas, por así decirlo.
Guardé el mensaje durante semanas, mientras mi imaginación se volvía más inquieta y calenturienta. Al poco tiempo, ella se había metamorfoseado en la perra infernal con traje de latéx de mis ensoñaciones nocturnas. Las zorras y los zánganos de oficina hambrientos de sexo de mis fantasías estaban adquiriendo un rostro, y era siempre el suyo. Respondí al mensaje. Me llamó casi de inmediato, para decirme que ella y su nueva pareja estarían encantados de cenar conmigo la semana siguiente.
Durante la semana estuve sumida en un pánico sin saber qué ponerme y me gasté una fortuna en un corte de pelo y ropa interior nueva. La noche de la cita puse patas arriba el armario,cambiándome una docena de veces. Al final me decidí por un ceñido suéter aguamarina y unos pantalones marengo, un conjunto quizá un poco oficinesco, pero modestamente sexy. Llegué con media hora de adelanto, allí me dijeron que solo podría sentarme cuando hubieran llegado el resto de comensales. Me quedé esperando en la barra del bar, gastándome el dinero que me quedaba en una copa, con la esperanza de que ellos pagaran la cena.
Llegó la pareja. Nos asignaron una mesa en un rincón, lejos de la atención del personal, y a mí me hicieron sentar entre los dos. Él miraba por el escote de mi suéter, mientras ella hablaba de deportes y galerías de arte. Cuando una mano de él comenzó a reptar por mi rodilla derecha, el pie de ella, enfundado en media, empezó a deslizarse por el interior de unas de las perneras de mi pantalón.
Ah. Entonces era eso lo que buscaban, pensé, pero, ¿no lo sabían ya desde el principio? eran mayores, libertinos, fabulosos. No había ninguna buena razón para no tirármelos o no dejar que se me tiraran. Pedí lo mismo que ellos: platos opulentos y cremosos. Durante la cena, ella se chupó unos de los dedos, tuve la sensación de que no era un lapsus, sino un gesto deliberado. Mi mano resbaló sobre sus pantalones ajustados hasta la entrepierna y ella apretó con fuerza los muslos en torno a mis nudillos. En ese preciso instante, la camarera decidió que nuestra mesa necesitaba más atención. Nos trajo una bandeja de bombones y pastas diminutas, que el hombre le dio a su compañera con una mano, mientras agarraba mi mano con la otra, al tiempo que mis dedos de la otra mano trepaban por los muslos de ella. La mujer se corrió fácilmente, casi, en silencio. Yo le rocé el cuello con los labios.
-Excelente- murmuró él.....
Después de la cena, salimos del restaurante. Él me pidió que me desnudara de cintura para arriba y que me sentara delante, con ella, al volante.Desde el asiento trasero, él me agarraba los pechos y pellizcaba los pezones, mientras recorríamos la breve distancia hasta la casa de ella. Fui del coche a la puerta con los pechos descubiertos y, una vez dentro, me ordenaron que me arrodillara. Ella desapareció camino del dormitorio, mientras él me impartía unas cuantas lecciones básicas de obediencia: mantener posiciones incómodas con su polla en mi boca.
Después ella volvió con velas y látigos. Aunque ya había sentido en carne propia tanto la cera caliente como la punta de una fusta, fue una experiencia nueva que me lo hicieran con las piernas levantadas por el aire, mientras me plantaban encima velas encendidas y dejaban chorrear la cera caliente sobre mi torso. Al cabo de dos horas, él la penetró y, utilizando la polla como la dominatrix de mi fantasía, empujó mi cara hacia su coño para que lamiese tanto su coño como el tronco y los escrotos de él, y recibir ambas corridas....
Él me acompañó a buscar un taxi. Caminábamos con los brazos entrelazados. Como un padre con su hija, habría pensado cualquier transeùnte.
-Vaya pedazo de mujer que tienes ahí -le dije.
-Lo que sea por tenerla contenta -replicó.
Hice un un gesto de asentimiento. Paró un taxi con la mano y le indicó la dirección al taxista. Mientras yo me acomodaba en el asiento trasero, me dio un rollo de billetes y me dijo que volviera cuando quisiera. Ya había recorrido la mitad del camino de regreso cuando desenrollé los billetes y vi que sumaban más del triple de lo que costaba la carrera.
Mi mente se puso a calcular : el alquiler vencido, el número de días que hay en un mes, el beneficio neto de la salida nocturna. Pensé que debería sentir un aprisco de arrepentimiento o de sorpresa por haber sido utilizada y pagada. Pero no fue así. Ellos lo habían pasado en grande y, para una pareja de su posición, el gasto de una cena y un taxi no era nada. Y para mí, a decir verdad, no había sido precisamente una labor extenuante.
Le indiqué al taxista que parara unas pocas calles antes de mi casa. El repiqueteo de mis tacones resonaba en el pavimento. El otoño acababa de entrar, todavía hacia calor por la noche, y las marcas de cera debajo de mi ropa resplandecían con empática calidez.
La idea de vender sexo supuraba y crecía en mi interior como una llaga...
Pero durante cierto tiempo sepulté mi curiosidad acerca de la prostitución. Pedí dinero prestado a mis amigos e incluso empecé una relación en serio con un hombre. Hasta que recibí el primer aviso al descubierto del banco, sugiriendo que me pasara por allí para hablar de un préstamo. Entonces de nuevo ese pensamiento sobre la prostitución volvió en mi interior con cada solicitud de empleo rechazada y cada entrevista fallida. No podía parar de pensar en lo que sentí volviendo a casa en medio de la noche, en el asiento trasero de un taxi. Podría hacerlo. Tenía que probar.
Y poco después de decidir que lo haría, empecé a llevar un diario.....
Vaya! Cuántas diarios-novelas tendríamos si cada persona que ha atravesado por situaciones similares hubiera trascrito sus memorias... Las librerías no se daban abasto... jejejeje
ResponderEliminarBuena semana!
jajajaja las antiguas diarios-novelas de venta en los quioscos
EliminarSaludos y Feliz Domingo...
Buenas tardes Don Juncal muy interesante el extracto de la novela ,tuve un tiempo de lectura erotica y disfrute con cada titulo, lo buscare, me ha picado la curiosidad...
ResponderEliminarFeliz Domingo....
Besos...
Buenos días Mylady Isabel si muy buena novela tengo el libro lo que no te puedo decir el nombre de la autora pues (según la portada del libro) a día de hoy todavía no se conoce la identidadde la autora, una lincencuada x la univrrcidad de Oxford cuya familia le obligó a mantener el anonimato, y que ante la polémica suscitada x su libro envió una nota a los periódicos The Times y The Observer para certificar que era una autentica prostituta, y no escritora con seudónimo. En 2001 inaguro su blog en internet tras tomar prestado el título de la película de Buñuel de 1967 Belle de Jour. En 2003 el diario londinense The Guardian lo eligió comp mejor blog del año.
EliminarWww.belledejour-uk.blogsport.com
Buscando x imagen, me tope con una que me hizo de inmediato pensar en ti, ya sabrás por qué jajajajaja!,además de haber leído de ciertas aficiones en la mansión de Sayiid xD!!!! (espero no sea una que ya tengas, o quizá sí, pero bue...)
ResponderEliminarNo veo a la vista tu correo para enviártela, así que te dejo el link:
http://josue351111ok.files.wordpress.com/2013/06/20112004-03_55_26.jpg?w=450
Seguro le darás buen uso jijijijijiji