Los rostros se apagaron tras la ventana.
Ya no se distinguen las sombras.
La lluvia incesante no deja de caer,
el repiqueo de las gotas zumban en mis oidos.
Me refugio debajo de las sábanas de mi cama
abrazado a mi almohada por compañera,
sumergido en la apatía, la habitación
pareciera que mengua.
Los pajaros van cantando emigran buscando
nuevos horizontes donde anidar.
Cuando va despuntando el alba,
cuando caen los párpados cansados.
Todo quedó en penumbras y velas encendidas
se derriten lentamente.
Me quedo en soledad y olor a cera quemada
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