Oh mi Señor no me puedo a costumbrar a su ausencia
me he acostumbrado tanto a su presencia física, que
añoro su olor, su tacto, sus caricias, sus marcas en mi piel, su posesión de mi persona, que mi alma reclama su presencia, y aquí aguardo en mi sitio su llegada... sometida a las circunstancias, de rodillas como a Ud le gusta encontrarme en sus llegadas...